Al atardecer refresca el día... Bebe el calor de mi mano, mi mano tiene la misma sangre de la primavera. Toma mi mano, mi blanco brazo, toma el ansia de mis menudos hombros... Qué maravilloso sería sentir en una noche, en una noche como ésta, el peso de tu cabeza sobre mi pecho.
II
Arrojaste la rosa roja de tu amor en mi blanco seno- Entre mis febriles manos aferro la rosa roja de tu amor que pronto se marchita... Oh tú, Emperador de gélidos ojos. acepto la corona que me tiendes, la que me dobla la cabeza hacia el corazón...
III
Hoy vi a mi dueño por vez primera, temblando, al instante lo he reconocido. Ahora siento su pesada mano sobre mi brazo leve... ¿Dónde está mi sincera risa de doncella, mi libertad de mujer de cabeza altiva? Ahora siento su férreo abrazo alrededor de mi cuerpo estremecido, ahora oigo el duro estruendo de la realidad contra mis frágiles, frágiles sueños.
IV
Buscabas una flor y hallaste un fruto. Buscabas una fuente y hallaste un mar. Buscabas una mujer y hallaste un alma: estás decepcionado.
Porque soy pálida amo el rojo, el amarillo y el azul, la gran blancura es melancólica como el crepúsculo en la nieve, como cuando la madre de Blancanieves a la ventana se sentaba anhelando también para sí el rojo y el negro.