Nosotros
tenemos la alegría de nuestras alegrías
y también tenemos
la alegría de nuestros dolores
porque no nos interesa la vida indolora
que la civilización del consumo
vende en los supermercados
y estamos orgullosos
del precio de tanto dolor
que por tanto amor pagamos.
Nosotros
tenemos la alegría de nuestros errores,
tropezones que muestran la pasión
de andar y el amor al camino,
tenemos la alegría de nuestras derrotas
porque la lucha
por la justicia y la belleza
valen la pena también cuando se pierde
y sobre todo tenemos
la alegría de nuestras esperanzas
en plena moda del desencanto,
cuando el desencanto se ha convertido
en artículo de consumo masivo y universal.
Nosotros
seguimos creyendo
en los asombrosos poderes
del abrazo humano
volví a casa al anochecer
y lo encontré como lo había dejado:
jaula adentro,
pegado a los barrotes,
temblando del susto de la libertad.