Corazón: no te atormentes porque traicionen tu amor, espera un tiempo mejor y jamás te desalientes. Soporta el dolor que sientes hasta que tu vida obtenga la rebelión que te abstenga de añorar lo que se fue, y a solas medita que no hay mal que por bien no venga.
II
Corazón: no estoy cansado de tanto querer amar y de amar para buscar el amor que no ha llegado. Sigue conmigo enraizado en un pacto que persista mientras la esperanza exista, que aunque Suframos engaños no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
III
Corazón: ¡cómo has sufrido por mi culpa!, yo lo sé; pero no pierdas la fe ni ya te des por vencido. El amor que no ha venido pronto vendrá, ten confianza, y sin medir la tardanza que en mí tu vigor perdure: que mientras la vida dure lugar tiene la esperanza.
IV
Antes, al verte sufrir, corazón, yo no entendía, y aunque tus penas veía nunca las pude asumir. En cambio, hoy sé compartir el suplicio que te enciende, porque ya mi vida entiende que existen, en conclusión: razones del corazón que la razón no comprende.
Vivir la tempestad de los silencios de tu ausencia inmortal, palpar tu imagen cóncava, sitiando mi enardecida espera con el temblor constante de no ser y de ser al mismo tiempo.
A oscuras, yacentes en el mismo lecho, somos brasas despiertas que vigilan el pulso de sus lumbres. Me animo y aventuro mi mano por su cuerpo: voy encontrando laderas y llanuras, asomo de pezones y un par de lomas redondas