Casi sin ver la realidad del día ni la certeza de su claridad, ando en busca de ti, de los vestigios de unos años, de un mar, de unos lugares. Porque la sombra avanza y los astros escriben sus órdenes fatales en mi frente, y es triste a solas proseguir la angustia de los caminos que iniciamos juntos.
Pensar un cuerpo es inventar la noche de las islas perdidas, el fulgor olvidado en los brazos de la hierba. Es difícil ahondar en el silencio, llenar de amor el hueco que el instante abre en el grito con que te pronuncio.
No escucho la presencia de tus pasos vigilando la herida de los versos escritos ni el temblor desolado de la tarde deja en mi voz el poso transparente de lo que ardió y se fue y es ya elegía.
Seguir es regresar, volver al borde del lecho aquel, de la blancura en llamas. La soledad me dicta letras anochecidas y las horas se duermen en el pulso del tiempo.
Vuelve a llamarme. Esparce tus designios en las proximidades de otra hoguera. Se acabará el sonido del invierno, la mirada extendida, la sed de las palabras El deseo que recuerda el color de unos ojos descansará en la tierra que conoce. Las calles arderán a mediodía y cantará la luz entre mis manos.
Casi sin ver la realidad del día ni la certeza de su claridad, ando en busca de ti, de los vestigios de unos años, de un mar, de unos lugares. Porque la sombra avanza y los astros escriben sus órdenes fatales en mi frente,
No se puede prever. Sucede siempre cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas por la calle, deprisa, porque se te hace tarde para echar una carta en correos, o que te encuentres en tu casa por la noche, leyendo