...¡Oh, qué frasco de sombras! ¡Qué triunfo de alegría mañanera!
Ya la Aurora, toda desnuda y riente, y con su faz ruborosa, en los ojos me besaba ¡como si fuese mi novia! Nuevo Romero en mi ensueño, me despertaba la alondra... Yo vagué buscando rimas en las flores olorosas, cazando sonetos ígneos en el dulzor de las pomas, ¡y robando madrigales a la fuente jubilosa! Me acerqué a la rosaleda encendida y voluptuosa y les di mis buenos días inefables a las rosas... ¡Oh, qué dolor! Junto a ellas, estaba una vida rota: ...aquel bello pajarito de canción maravillosa que ofrendaba sus sonatas como un trovador a sus trovas; aquel áureo pajarillo que casi todas las horas, -peregrino de los aires- llegaba en lírica ronda con su colección de rimas incesantes y harmoniosas; aquel sideral poeta no diría ya las trovas que en mil perlas desgranábanse sobre el almas de las rosas. En una de ellas estaba prendida su vida toda; el piquito, entre su seno, en una caricia loca, como ebrio de sus mieles, como ebrio de su aroma... ¡Muerto estaba! Y las pupilas diríase que, llorosas, miraban, como implorando, hacia la estrella remota... Sentí una emoción tan dulce, sentí una emoción tan honda... ¡Creí que murió besando los labios de aquella rosa!
bombilla; vivir quieto. limitado en la geometría de los rizos del firmamento. clausura de cristal -fraude y disfraz de encierro- (clasicismo perfecto).