Encuentro, de Eugenio Montale | Poema

    Poema en español
    Encuentro

    No me abandones tú, tristeza mía, 
    sobre el camino 
    que azota el viento extraño 
    con su cálido soplo, y cede; cara 
    tristeza al viento que se extingue: y empujada 
    por éste hacia la rada, 
    donde la última voz exhala el día, 
    viaja una niebla, alta se pliega un ala 
    de cormorán. 

    El tajo al lado del torrente, estéril 
    de aguas, vivo de piedras y argamasas; 
    tajo de humanos actos consumidos, 
    de mortecinas vidas declinando 
    más allá del confín 
    que en círculo se cierra: rostros secos, 
    manos, caballos en hilera, ruedas 
    chirriantes: vidas no: vegetaciones 
    del otro mar que la oleada vence. 

    Se avanza en el camino de cuajado 
    Iodo sin rastro 
    como una procesión de encapuchados 
    bajo la rota bóveda, caída 
    casi hasta reflejar escaparates, 
    en un aire que envuelve nuestros pasos 
    denso e iguala los sargazos 
    humanos fluctuando en las cortinas 
    de bambú murmurante. 

    Si me abandonas tú, tristeza, único 
    presagio vivo en este nimbo, siento 
    que alrededor de mí se extiende 
    un rumor como de esferas cuando 
    una hora está próxima a sonar; 
    y caigo inerte en la apagada espera 
    del que no teme ya 
    en esta orilla sorprendida por la ola 
    lenta, que no aparece. 

    Tal vez vuelva a tener una apariencia: 
    en la rasante luz 
    un movimiento me conduce junto 
    a una mísera rama que en un tiesto 
    crece sobre una puerta de hostería. 
    A ella tiendo la mano, hacerse mía 
    siento otra vida, huella de una forma 
    que me fue arrebatada; y como anillos 
    en los dedos no hojas se me enroscan 
    sino cabellos. 

    Y nada más después. ¡Oh sumergida!: 
    desapareces como habías venido 
    y nada sé de ti. 
    Tu vida es tuya aún: entre las raras 
    vibraciones del día ya esparcida. 
    Ruega por mí, 
    para que yo descienda otro camino 
    distinto de una calle de ciudad, 
    en el aire perdido, ante el tropel 
    de los vivos; que te sienta a mi lado, que 
    descienda sin ruindad. 

    José Ángel Valente
    • Antiguo, estoy embriagado por la voz 
      que brota de tus bocas cuando se abren 
      como verdes campanas y se repelen 
      hacia atrás, disolviéndose. 
      La casa de mis veranos juveniles 
      -lo sabes- estaba a tu lado 
      allá en la tierra donde el sol calcina 

    • No me abandones tú, tristeza mía, 
      sobre el camino 
      que azota el viento extraño 
      con su cálido soplo, y cede; cara 
      tristeza al viento que se extingue: y empujada 
      por éste hacia la rada, 
      donde la última voz exhala el día, 

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