Poema quinto, de Eunice Odio | Poema

    Poema en español
    Poema quinto


    El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de sinsabores; que sale como una flor, y es cortado, y huye como la sombra, y no permanece. Job 14, 1 y 2. 
     
    Tal como flor que sale 
    y es cortada, 

    Con la piel por donde huye 
    la risa de los niños, 

    Y llena hasta los muslos 
    de tristeza; 
    así es nuestra hermana 
    en cuyo umbral 
    naufraga el cuerpo de uso eterno. 

    Golpe de viento nuevo 
    inexperto en aromas, 
    y sin rubor azul ya despreciada sombra, 
    escombro de oro en sueños por las ramas. 

    Carne en que tropezara de costado 
    la gracia del alumbramiento, 

    Fácil como los signos en reposo 
    por donde llega de la mano el niño; 

    Asomada al arrimo, 
    con media flor y apenas 
    medio rostro, 

    Y con el vientre en que tembló 
    una piedra. 

    Con un desfiladero en cada pecho, 
    sola, 
    venas arriba por los ojos, 

    Sola 
    como el primer hombre cuando descubrió 
    la primera sonrisa 
    y se volvió, 
    de pronto, 
    con todo el cuerpo 
    a flor de fabuloso labio estremecido, 
    más solo que antes, 
    cuando no tenía sonrisa cotidiana 
    que dividir en dos pedazos triunfales; 
    cuando no pensaba en el otro 
    y descendía junto a su piel profunda, 
    roto entre los sonidos venideros 
    como pájaro en proyecto por los árboles: 
    júbilo de vacío jubiloso. 

    Como huella que cae 
    clara y sin cuerpo 
    y no levanta hoja 
    que al volver por el suelo, 
    alta de días, 
    instale al humus su unidad primera, 

    Así es nuestra hermana. 

    Secreto cauce 
    quieto, 
    agua sin ruido. 

    Nacida de mujer, 
    corta de días, y harta de sinsabores; 
    que sale como una flor, y es cortada, 
    y huye como la sombra, y no permanece.