Has vuelto, organillo. En la acera hay risas. Has vuelto llorón y cansado como antes. El ciego te espera las más de las noches sentado a la puerta. Calla y escucha. Borrosas memorias de cosas lejanas evoca en silencio, de cosas de cuando sus ojos tenían mañanas, de cuando era joven la novia ¡Quién sabe! Alegrías, penas, vividas en horas distantes. ¡Qué suave se le pone el rostro cada vez que suenas algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspira! Has vuelto, organillo. La gente modesta te mira pasar, melancólicamente. Pianito que cruzas la calle cansado moliendo el eterno familiar motivo que el año pasado gemía a la luna de invierno: con tu voz gangosa dirás en la esquina la canción ingenua, la de siempre, acaso esa preferida de nuestra vecina la costurerita que dio aquel mal paso. Y luego de un valse te irás como una tristeza que cruza la calle desierta, y habrá quien se quede mirando la luna desde alguna puerta.
¡Adiós alma nuestra! Parece que dicen las gentes en cuanto te alejas. ¡Pianito del dulce motivo que mece memorias queridas y viejas! Anoche, después que te fuiste, cuando todo el barrio volvía al sosiego qué triste lloraban los ojos del ciego.