A Colombina en Carnaval, de Evaristo Carriego | Poema

    Poema en español
    A Colombina en Carnaval

    Colombina ¿qué se hicieron 
    tus risas de cascabel? 
    ¡Ah! desde que se perdieron 
    — lo saben quienes te oyeron — 
    quedó inconcluso un rondel... 

    Surge de las viejas salas 
    y como antes, oportuna, 
    vuelve a reinar, hoy que exhalas 
    suspiros por las escalas 
    con que asaltaste la luna. 

    ¿Por qué ese reír que suena 
    como un fúnebre fagot?... 
    Si es la que yo sé tu pena, 
    no te aflijas, que serena 
    fué la muerte de Pierrot. 

    Murió de haberte querido... 
    Y ahora que sé tu mal, 
    para empaparte de olvido, 
    voy a mojar tu vestido 
    con agua de madrigal. 

    Pero debo imaginarte 
    entre todas confundida, 
    si es que quieres disfrazarte, 
    y así, empezaré a rimarte 
    la estrofa ayer ofrecida. 

    Y puesto que eres coqueta, 
    sensible a un buen decidor, 
    porque lo mandas, inquieta, 
    me vestiré de poeta 
    para cantarte mejor. 

    Anónima enmascarada 
    que vas, nerviosa, a la cita, 
    de sutil gasa adornada, 
    como una media calada 
    que a la indiscreción incita: 

    Lleva el disfraz colorado, 
    que te acompaña al placer, 
    la sangre que ha derramado 
    un corazón reventado 
    en tus manos de mujer. 

    Marquesita sin blasones, 
    sabia en la broma galante, 
    que escuchas en los salones 
    correr mil murmuraciones 
    de elogios a la intrigante... 

    ¡Cómo luce tu altanero 
    orgullo de flor de lis 
    cuando habla ese caballero 
    con traje de mosquetero 
    del tiempo de algún rey Luis... 

    Coqueta, linda coqueta, 
    risueñamente locuaz: 
    escondida y bien sujeta 
    lleva siempre la careta 
    debajo del antifaz. 

    Pues que está oculta la hermosa 
    la fina mano enguantada, 
    ¡van, en la seda olorosa, 
    cinco lirios color rosa 
    corriendo una mascarada! 

    Como adivino un deseo 
    de burla, en tu voz, y tienes 
    la gracia del discreteo, 
    me disfrazaré de Orfeo 
    para domar tus desdenes. 

    ¿Qué es esa melancolía 
    que a conturbar así llega 
    el alma de tu alegría?... 
    ¡Bien haya la bizarría 
    del gesto que te doblega! 

    ¡Ensueño de marmitones, 
    triste y loca fregatriz 
    que, por breves ilusiones, 
    abandona sus fogones 
    en traje de emperatriz; 

    Por la gloria de la gracia 
    de tu altivez de heroína, 
    de tan bella aristocracia, 
    ha claudicado la acracia 
    del changador de la esquina. 

    Modista, pobre tendera, 
    o esclava del obrador: 
    vestida de primavera, 
    ya rendirás al hortera, 
    tenorio de mostrador. 

    Flor que aroma el delincuente 
    búcaro del Cafetín, 
    loca máscara insolente 
    que aguarda lista, impaciente, 
    su gallardo bailarín. 

    Ebrio de amor y de vino, 
    sensual donaire guarango 
    lucirá tu cuerpo fino, 
    esta noche en el Casino 
    cuando te entusiasme el tango. 

    Muchacha conventillera 
    que, en apuros maternales, 
    pasaste la noche entera 
    arreglando esa pollera, 
    honra y prez de los percales, 

    ya, despertando las ganas 
    de otras de la vecindad, 
    irás con tus dos hermanas, 
    Terpsicores suburbanas, 
    a un baile de sociedad... 

    Mascarita... viejecita, 
    ¡en que deslumbrantes fugas 
    va tu añoranza bendita!... 
    ¡Viejecita, mascarita 
    de careta con arrugas!... 

    ...Colombina ¿Qué se hicieron 
    tus risas de cascabel? 
    ¡Ah! desde que se perdieron, 
    lo saben quienes te oyeron 
    quedó inconcluso un rondel... 

    ¡Venga la flauta divina 
    de tu risa de cristal!... 
    ¡Colombina, Colombina: 
    allá va una serpentina 
    continuando el madrigal!