El carpintero, de Ezequiel Martínez Estrada | Poema

    Poema en español
    El carpintero

    Está tan clara la carpintería 
    que no se sabe si entra o sale el día. 
    Las herramientas tienen inusitado brillo 
    y la madera exhala su aromático soplo 
    en el ambiente; lucen la tuerca del tornillo, 
    la garopa, el escoplo, 
    la gubia y el formón, la escuadra y el martillo, 
    cada cual en su sitio; y atormentado el cuadro, 
    como ocho ideas fijas, las mechas del taladro. 

    El pobre carpintero es ya muy viejo 
    y en su calva satínase el reflejo 
    del ventanal, que es cielo hasta lo más lejano. 
    En su espalda está toda la historia del anciano. 
    Cepilla una madera de pino y como él no habla 
    ni hace ruido el cepillo con que alisa la tabla, 
    ni hay nadie en el taller, ni en casa, ni fuera, 
    semeja un automático muñeco de madera 
    que adecuado a la simple faena que ejecuta 
    fuese un poco bisagra y otro poco viruta. 
    De pronto piensa en su mujer, se apena 
    y la quiere llamar. La voz no suena. 
    Piensa en sus cuatro hijos, pero esta vez tampoco 
    puede hablar. Teme entonces haberse vuelto loco, 
    pues mezcla en su cerebro con azar de baraja 
    la infancia y la vejez, la verdad y el ensueño, 
    sin saber cuántos años hace ya que trabaja 
    ni si vivió su vida o la gastó en un sueño. 
    “Han muerto hace ya mucho”, recuerda. Y vuelve al mismo 
    trabajo con la exacta flexión de un mecanismo, 
    revolviendo en su cráneo lo absurdo con lo cierto 
    hasta que da en creer que él también está muerto, 
    o que en inalterable pesadilla trabaja 
    desde los quince años en fabricar su caja. 

    Ofuscado por tan extraña idea 
    suspende su labor. El pinotea 
    insufla en el ambiente su hálito de resina 
    y algo de tierra y selva se huele o se adivina. 
    Anochece a medida que se engendra la estrella; 
    se espesa en la herramienta la luz y al fin la mella; 
    el silencio y la inercia forman el claroscuro 
    y todo, con porosa textura de madera, 
    filtra la sombra que entra atravesando el muro 
    y baja la escalera.