Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos, de Félix de Azúa | Poema

    Poema en español
    Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos

    Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos 
    y me olvido de ti, de tu salvaje higuera y tus higos salvajes, 
    cuando tu carne, como un libro de cuentos, resplandece en la noche 
    a la luz de un hogar mediterráneo; 
    y me dejo cegar por el brillo solar de la memoria 
    mientras mi cuerpo entero se quema en un chispazo. 

    Ahora infantiles yemas te descubren, y entre las llamas muertas 
    rescato el viejo yugo, los utensilios viejos y las viejas guirnaldas 
    del buey, de la cebada y de la Pascua de Resurrección. 
    Es mi turno, no el tuyo. Te levanto en mis palmas 
    como se exponen los recién nacidos 
    a las nubes plomizas, irritadas 
    como vacas repletas que atronan el establo 
    los campos secos, el pozo, la uva amarga. 

    Pero tú, hecha una niña, también tientas las ubres, y arqueada 
    jadeas entre brasas; es mi turno y tú danzas 
    resonando perpleja y sonriente, 
    átomo, brizna, astilla de una combustión 
    que no puedo pensar sin sentirme infinito. 

    Tus yemas y tu sonrisa atónita me invitan al incendio... 
    pero me venden luego por la espalda como cosa fútil, 
    como ese azar minúsculo, gratuito 
    que te alcanza las nubes y se empeña en durar. 

    Y mientras tú contratas con terribles clientes 
    a los que yo sólo conozco por el nombre, 
    y cuyas sombras, mantos, miradas esquinadas, 
    me hacen alzar la sábana aterrado; 
    hundido al fin, hundido, 
    olvidado por fin, perdido y solo, cobijado en mí mismo, 
    puedo gritar, gritar hasta romper el techo y por la grieta ver 
    la esplendorosa faz sin ojos y sin boca 
    que me agarra del cuello y me disuelve en risas, 
    fuego de azufre, espanto y aroma de castaños.