Una vez quise ser bibliotecario
para matar moscas en el trabajo,
regañar a algún huérfano de libro,
traslucir sinopsis de una máscara,
adivinar la signatura pendiente.
Quizás, quizás, quizás...
las alas blancas
sólo eran blancas con sol de cara,
ni siquiera alas de esperanza.
La negra sombra de un águila.
Hasta mi nombre,
todos votan al invento
de la propaganda,
un desfalco a la carta.
Quizás, quizás, quizás...
vaya a la cárcel su discurso
carpe diem de manos largas;
ya pachuchos, ya viejitos,
ya no se arrepienten de nada.