Cuando se agota la paciencia,
siempre cae de ningún lado esta guerra.
Yo también quiero un jardín jugando
a las muñecas, una casa de madera limpia,
de aire fresco y ventanas de seda.
Ramas esculpidas bajo mármol,
lluvia entre cascadas de sables,
sombras hundidas en el barro.
Desde entonces soy rayo latente.
Antes encina, nogal, a veces sauce.
Ahora me quedo fuego, impotente.
Mitad tierra, mitad agua, el calor
enmudece las raíces, la tarde
astilla las cortezas con dolor.
En ceniza está escrito mi nombre.
Árbol de sol, semilla incendiaria.
No seré yo quien prenda este bosque.