Hay quienes cobran la baja
mientras trabajan,
y quienes trabajan
pero nunca cobrarán paro.
Hay quienes se dan de alta
y no trabajan
y quienes son pobres y/o trabajan
y/o como esclavos
y/o sin contrato.
Política de empleo
sin empleados:
política de intermediario.
No hay dinero para ideas-migaja,
pero cada mes se descorcha una tarta
de cincuenta pisos
cimentada en facturas falsas.
Allí anidan los buitres de corbata,
allá donde mil bocados no destacan.
Hay quienes trabajan toda su vida
pero no gastan: ahorran, guardan
para los hijos de los hijos.
Hay quienes gastan lo que no ganan
porque antes se derrocha lo inmerecido.
¿Qué “empresario” contrata una semana al año?
¿Cuántos enchufados maman de un autónomo?
El que más rápido gana
más invierte en abogados;
el que más pronto pierde
más impuestos le ha costado.
Hay quienes muerden día tras días
y ocultan los dientes dorados
entre los cómplices de su mafilia.
Otros, víctimas y verdugos,
hartos de mendigar en misa
pasan el día entre asesinos,
arrepentidos de robar gallinas.
No puedo decir que la amé.
Sería mentir.
La amé, eso es cierto,
pero no fui yo.
Fue un extraño ser,
una cándida y pueril imagen
de mi rostro imberbe,
de mis ojos dulces
y sonrisa complaciente.
Tal vez ese extraño la amase.
I
Sé que lloraré cuando te vayas,
durante meses,
un torrente
por los ojos.
Si es pronto,
la juventud
me aplastará
como a una mosca
veraniega.
Son frías estas almas de piedra
haciendo cola.
Sospechan dentro de diminutos bolsos
de las miradas largas.
El tiempo olvida
y después mata. No pregunta.
Sólo continúa
dejando tras de sí censuras
imposibles de olvidar.
Desde que no está he desarrollado
la facilidad espontánea para llorar.
La memoria tiene la cola muy larga,
ahora la vida es más y más estrecha.
De repente, me nublo por dentro
para no encharcarme de culpa.
Agacho la vista hacia los azulejos
Ahora es cuando toco a tu puerta,
tras el sonido un temblor
me recorre las piernas.
Un silencio más largo aún
que las horas de sueño perdidas
soñando este apretado silencio.
Dejo aquí estas letras,
en este rincón.
Cuando ya no esté,
seguirán aquí, olvidadas y
perennes como la pintura
del paisaje en los murales
de la memoria cicatriz.
Cuando terminen de estar
estas palabras
yo ya no estaré.
El niño le pregunta a su sombra
quién ha tapado el sol
hasta dejarlo en los huesos.
Quién se ha bebido su vaso de leche.
Quién le encoge los zapatos
cuando crece.