“Disculpe señor ministro
pero es usted un cabrón”.
La sala parecía estar de acuerdo,
hasta el mismísimo presidente
callaba a favor. “Lo es”,
empezó a decir, “ministro
esperanzador. Es usted
sin duda un gran cabrón,
si no el mejor”.
Uno se siente, a veces
como un envoltorio de aire;
como si la fragilidad de un globo
durase una vida consciente.
Entonces, uno trata de no respirar
demasiado fuerte;
entonces uno teme y tiembla
cuando sopla recuerdos ausentes.
Uno se gira la piel y envejece,
busca una oscuridad y se esconde
para cerrar los ojos útil, palpitar
y enterrar bien hondo los esquejes.
Entonces, uno se queda solo
porque los nombres son gente;
entonces uno se quiere solo
y decide derribar los puentes.