Ahora tienes que decirlo, 
bien alto y bien claro. 
Decirlo bien, nada de susurros 
de altavoz descabezado. 
Como tú sabes. Ya saben 
de lo que eres capaz 
cuando te escondes. 
Acuérdate de la fuente, 
agárrate al pasado y surge 
como un árbol inesperado. 
Acuérdate de nosotros, 
de los que ya no estamos. 
Tienes fracturas pendientes 
con la justicia. Crecer 
por las cuestas del ocaso, 
¿hay segunda vez acaso? 
No puedes quitar una coma 
sin quitarte de en medio. 
Busca la verdad como un verbo 
en el diccionario de antónimos. 
Estás harto. Ellos esperan 
y tú; no avanzamos. Te lanzas al vacío, 
a la red blanca que imaginas en el pozo, 
la líquida seguridad de los años. 
Humanos del mundo, escribíos. 
Escribid vuestro nombre de futuro 
en otros ojos. 
Mirad lejos del nosotros. 
Mirad distinto. 
Mirad impresionismo. 
Mirad abstracto. 
Dejad de miraros entre vosotros 
señalando al loco. 
Escribid, malditos. Escribid 
mientras podáis sujetaros 
con tres dedos la esperanza. 
Escribid bien, alto y claro.
Casi sin darme cuenta, estoy empezando a rechazar moralmente a aquellos que consideran que el reloj marca las dos. En realidad, nunca son las dos. Los rechazo como seres inconscientes, aduladores de la banalidad y cíclicamente hipócritas, a conveniencia periódica.
Llueve a cántaros. 
La piel es como un cristal. 
Vida en cascada. 
Paisaje y compañía 
dispersos en la memoria. 
El rastro de las caricias sobre 
el vaho de lo inconfesable. 
Los hay que no pueden dejar de fumar, 
los hay alcohólicos y cada siete días, 
los hay adictos a la coca, a la heroína, 
a la próxima forma de evadir o alucinar. 
No preguntes por qué, pero me cuesta, me duele 
cerrar cualquier libro por su verdad final. 
Me exaspera la finitud sabida de cualquier gran historia, 
el veinte por ciento abierto o cerrado de par en par. 
A veces creo que he nacido para mirar al vértigo a los ojos. 
El ángel ya no me mira 
a los ojos a la cara. 
El ángel utiliza cola blanca 
para sus plumas gallináceas para vuelo. 
Ni es 
blanco, negro 
erróneo, eficaz 
propio, ajeno 
mudo, locuaz 
esfuerzo, recreo 
ciego, perspicaz 
pulcro, obsceno 
no es
el amor 
núcleo del ser, 
todo lo demás 
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas 
(ruinas) 
excavarme el torácico sueño 
(suelto) 
pero ya lo sé y no hay distancia 
que lo niegue. 
Ya sé qué soy. Y tantas otras. 
Somos diferentes.
La memoria está poblada 
a bocajarro. Como aquel 
vietnamita, como aquel 2 de mayo. 
Dos formas de enfrentarse, 
solicitar la certeza del terror: 
“¡No me mates!”, “¡Mátame!”; 
dos formas de despedirse, 
expulsar un ayer definitivo.