Cuando el agua se enfría y adquiere su mayor volumen, las carpas recelosas y adormiladas, sobre el lecho inmóvil, se tragan la corriente con su invernal torpeza.
De un movimiento seco y preciso, pretenden capturar las burbujas de sol que penetran el cuerpo sagrado de las aguas.
Inútiles. Aguardan. Inflexibles y obstinadas.
Pero cuando el invierno se muestra más benigno, miran con milenaria curiosidad la pizarrosa orilla y te buscan en cada ion de silencio.
Se alejan de la orilla una palabra. Aprovechan las sombras de los árboles y de las rocas y remontan el fluir detenido del mundo.
Cuando el agua se enfría y adquiere su mayor volumen, las carpas recelosas y adormiladas, sobre el lecho inmóvil, se tragan la corriente con su invernal torpeza.