Hay un perro pequeñito
que te muerde el corazón;
pero está tan…, tan hambriento
que le regalas tu yo.
Se burlan de ti, se burlan
porque ofreces una flor
y una sonrisa, creyendo
que es la suprema razón.
Vas abriéndote camino
-molinete, tu bastón-;
mas tu hélice, aeroplano,
sólo rastrea el dolor.
El mundo es hosco y espeso,
pero salta el corazón,
se despega y toma vuelo
como un motor de explosión.
Tonto genial, pobre diablo,
¿no eres tú la encarnación
evidente y no creíble
de Dios con hongo y bastón?
Se burlan de ti, se burlan,
y hay un tipo grandullón
y una muchacha bonito.
Mil tropiezos: ¡y el amor!
Sólo una mueca, el calambre
con que sacudes tu yo,
te sirve para salvarte.
¡El resto es vida interior!
Y vas tirando –paciencia-,
curado de indignación,
y extrañado de que dejen
tomar, sin pagar, el sol.