Las máquinas nos mascan con dientes igualitos
y salen aeroplanos, gramolas, ascensores... ;
del sudor y la sangre, un mundo limpio y nuevo.
(Y a veces instantáneos palacios de luz loca
donde los millonarios gastan todos sus ceros.)
Mas a los que nacimos pequeños y callados
nos queda la materia común de los fracasos,
el fiemo espeso y dulce que todo lo aglutina,
la podredumbre madre.
O acaso la amargura que aún emborracha un poco.