Un día entre nosotros, de Gabriel Celaya | Poema

    Poema en español
    Un día entre nosotros

    Yo me siento. Tú te sientes. Nos sentimos, 
    estamos juntos. Somos 
    terriblemente dichosos, 
    como el cielo siempre azul, como el espanto, 
    como la luz que es la luz, 
    como el espacio. 

    Si ahora me preguntaran por qué estoy tan contento, 
    diría: «Porque soy.» 
    Y al decirme sería un poco menos. 
    Si tratara de explicarme surgirían como sierpes 
    desenvueltas y en combate mis ambiguos sentimientos. 
    Pero soy solo. Sí. Soy. Te creo. 

    Estas aquí, en mí mismo. 
    Ni te veo, ni te pienso, ni te beso, ni te sueño. 
    Sólo estás. Estoy contigo. Yo, a tu lado, Tú conmigo. 
    Estamos uno en otro, tan reales 
    que con ser poco, ese poco es ya bastante. 
    Estamos en lo que somos, de puro simples, totales. 

    Estamos donde siempre, callados. No hay motivo 
    razonable para ser tan ferozmente dichosos. 
    Pero sacan el porrón de vino, las chuletas, 
    la ensalada, el Cacciotta ricamente podrido, 
    el jugo de naranja, los cafés, la ginebra. 
    Estamos juntos y todo nos sabe por eso a fiesta. 

    Soy feliz, ¡tan feliz! 
    Si ahora me levantara saldría por el techo. 
    Estoy, como se dice vulgarmente, contento. 
    Vivo, vivo, y contigo 
    comprendo que vivir es algo muy sencillo. 
    El corazón ha abierto su mano y yo deliro. 

    Me dejo estar. Te quiero. Todo es bello. 
    Irradio una certeza fulminante. 
    Soy el alguien tremendo que en ti se basta a sí mismo. 
    Soy mi absoluta presencia (¿qué pasa?) 
    que está aquí (¡perdón, nada!). 
    Soy contigo y tú conmigo, el imán de los prodigios. 

    ¿Quién creería si nos viera que cada día, obtusa, 
    la desgracia del mundo de fuera nos arrastra? 
    ¡Amor besa mi muerte! ¡Dolor, sé voluptuoso! 
    ¡Oh tú, Necesidad, pon la burla en mis ojos 
    y en pecho ese ritmo de la paz y la guerra 
    que son a una el latido fatal de la belleza! 

    ¡Ahora, mi ahora mismo, 
    sé límpido y valiente, la alegría ganada 
    a los monstruos informes, y a lo triste sin alma! 
    ¡Oh tú, mi yo más bello, mi más que yo, mi amada, 
    mantenme con tus ojos suspenso, nunca grave, 
    y sea siempre magia la vida cotidiana!