La noche de insomnio y el alba, de Gertrudis Gómez de Avellaneda | Poema

    Poema en español
    La noche de insomnio y el alba

    Fantasía
     
    Noche 
    triste 
    viste 
    ya 
    aire, 
    cielo, 
    suelo, 
    mar. 
    Mirando 
    del mundo 
    profundo 
    solaz, 
    Esparcen 
    los sueños 
    beleños 
    de paz. 
    Y se gozan 
    en letargo 
    tras el largo 
    padecer, 
    Los heridos 
    corazones, 
    con visiones 
    de placer. 
      Mas siempre velan 
    mis tristes ojos; 
    ciñen abrojos, 
    mi mustia sien; 
      Sin que las treguas 
    del pensamianto 
    a este tormento 
    descanso den. 
      El mudo reposo 
    Fatiga mi mente, 
    La atmósfera, ardiente 
    Me abrasa do quier; 
      Y en torno circulan, 
    Con rápido giro, 
    Fantasmas que miro 
    Brotar y crecer. 
    ¡Dadme aire! necesito 
    De espacio inmensurable, 
    Do del insomnio al grito 
    Se alce el silencio y hable! 
      Lanzadme presto fuera 
    De angostos aposentos.... 
    ¡Quiero medir la esfera! 
    ¡Quiero aspirar los vientos! 
    Por fin dejé el tenebroso 
    Recinto de mis paredes; 
    Por fin ¡oh espíritu! puedes 
    Por el espacio volar: 
      Mas ¡ay! que la noche oscura, 
    Cual un sarcófago inmenso, 
    Encubre con manto denso 
    Calles, campos, cielo, mar. 
      Ni un eco se escucha, ni un ave 
    Respira turbando la calma; 
    Silencio tan hondo, tan grave, 
    Suspende el aliento del alma. 
      El mundo de nuevo sumido 
    Parece en la nada medrosa: 
    Parece que el tiempo rendido 
    Plegando sus alas reposa. 
    ¡Mas qué siento!... ¡balsámico ambiente 
    Se derrama de pronto!... El capuz 
    De la noche rasgando, en Oriente 
    Se abre paso triunfante la luz. 
      ¡Es el alba! se alejan las sombras, 
    Y con nubes de azul y arrebol, 
    Se matizan etéreas alfombras 
    Donde el trono se asiente del sol. 
      Ya rompe los vapores matutinos 
    La parda cresta del vecino monte: 
    Ya ensaya el ave sus melifluos trinos: 
    Ya se despeja inmenso el horizonte. 
      Tras luenga noche de vigilia ardiente 
    Es más bella la luz, más pura el aura: 
    ¡Cómo este libre y perfumado ambiente 
    Ensancha al pecho, a! corazón restaura! 
      Cual virgen que el beso de amor lisonjero 
    Recibe agitada con dulce rubor; 
    Del rey de los astros al rayo el primero, 
    Natura palpita bañada de albor. 
      Y así cual guerrero que oyó enardecido 
    De bélica trompa la mágica voz, 
    Él lanza impetuoso, de fuego vestido, 
    Al campo del Éter su carro veloz. 
      Yo palpito, tu gloria mirando sublime, 
    ¡Noble autor de los vivos y varios colores! 
    ¡Te saludo si puro matizas las flores! 
    ¡Te saludo si esmaltas fulgente la mar! 
      En incendio la esfera zafírea que surcas, 
    Ya convierte tu lumbre radiante y fecunda, 
    Y aun la pena que el alma destroza profunda, 
    Se suspende mirando tu marcha triunfal. 
      ¡Ay! de la ardiente zona do tienes almo asiento 
    Tus rayos a mi cuna lanzaste abrasador... 
    ¡Por eso en ígneas alas remonto el pensamiento, 
    Y arde mi pecho en llamas de inextinguible amor. 
      Mas quiero que tu lumbre mis ansias ilumine, 
    Mis lágrimas reflejen destellos de tu luz, 
    Y solo cuando yerta la muerte se avecine 
    La noche tienda triste su fúnebre capuz. 
      Que horrible me fuera brillando tu fuego fecundo 
    Cerrar estos ojos que nunca se cansan de verte, 
    En tanto que ardiente brotase la vida en el mundo 
    Cuajada sintiendo la sangre por hielo de muerte. 
      ¡Horrible me fuera que al dulce murmurio del aura, 
    Unido mi ronco gemido postrero sonase: 
    Que el plácido soplo que al suelo cansado restaura 
    El último aliento del pecho doliente apagase! 
      ¡Guarde, guarde la noche callada sus sombras de duelo, 
    Hasta el triste momento del sueño que nunca termina; 
    Y aunque hiera mis ojos, cansados por largo desvelo, 
    Dale ¡oh sol! a mi frente, ya mustia, tu llama divina! 
      Y encendida mi mente inspirada, con férvido acento, 
    Al compás de la lira sonora, tus dignos loores 
    Lanzará fatigando las alas del rápido viento, 
    A do quiera que lleguen triunfantes tus sacros fulgores!