Rima 27. Despierta, tiemblo al mirarte, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    Rima 27. Despierta, tiemblo al mirarte

    Despierta, tiemblo al mirarte; 
    dormida, me atrevo a verte; 
    por eso, alma de mi alma, 
    yo velo mientras tú duermes. 

    Despierta ríes y al reír tus labios 
    inquietos me parecen 
    relámpagos de grana que serpean 
    sobre un cielo de nieve. 

    Dormida, los extremos de tu boca 
    pliega sonrisa leve, 
    suave como el rastro luminoso 
    que deja un sol que muere. 

                    ¡Duerme! 

    Despierta miras y, al mirar, tus ojos 
    húmedos resplandecen 
    como la onda azul en cuya cresta 
    chispeando el sol hiere. 

    Al través de tus párpados, dormida, 
    tranquilo fulgor vierten, 
    cual derrama de luz templado rayo 
    lámpara transparente. 

                    ¡Duerme! 

    Despierta hablas y, al hablar, vibrantes 
    tus palabras parecen 
    lluvia de perlas que en dorada copa 
    se derrama a torrentes. 

    Dormida, en el murmullo de tu aliento 
    acompasado y tenue 
    escucho yo un poema que mi alma 
    enamorada entiende. 

                    ¡Duerme! 

    Sobre el corazón la mano 
    me he puesto por que no suene 
    su latido y de la noche 
    turbe la calma solemne. 

    De tu balcón las persianas 
    cerré ya por que no entre 
    el resplandor enojoso 
    de la aurora y te despierte. 

                    ¡Duerme! 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.