Rima 3. Sacudimiento extraño, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    Rima 3. Sacudimiento extraño

    Sacudimiento extraño 
    que agita las ideas 
    como huracán que empuja 
    las olas en tropel. 

    Murmullo que en el alma 
    se eleva y va creciendo 
    como el volcán que sordo 
    anuncia que va a arder. 

    Deformes siluetas 
    de seres imposibles, 
    paisajes que aparecen 
    como a través de un tul, 

    colores que fundiéndose 
    remedan en el aire 
    los átomos del Iris 
    que nadan en la luz, 

    ideas sin palabras, 
    palabras sin sentido, 
    cadencias que no tienen 
    ni ritmo ni compás, 

    memorias y deseos 
    de cosas que no existen 
    accesos de alegría 
    impulsos de llorar, 

    actividad nerviosa 
    que no halla en qué emplearse, 
    sin riendas que le guíe 
    caballo volador, 

    locura que el espíritu 
    exalta y desfallece; 
    embriaguez divina 
    del genio creador. 

    Tal es la inspiración. 

    Gigante voz que el caos 
    ordena en el cerebro 
    y entre las sombras hace 
    la luz aparecer, 

    brillante rienda de oro 
    que poderosa enfrena 
    de la exaltada mente 
    el volador corcel, 

    hilo de luz que en haces 
    los pensamientos ata, 
    sol que las nubes rompe 
    y toca en el cenit, 

    inteligente mano 
    que en un collar de perlas 
    consigue las indóciles 
    palabras reunir, 

    armonioso ritmo 
    que con cadencia y número 
    las fugitivas notas 
    encierra en el compás, 

    cincel que el bloque muerde 
    la estatua modelando 
    y la belleza plástica 
    añade a la ideal, 

    atmósfera en que giran 
    con orden las ideas, 
    cual átomos que agrupa 
    recóndita atracción, 

    raudal en cuyas ondas 
    su sed la fiebre apaga, 
    descanso en que el espíritu 
    recobra su vigor. 

    Tal es nuestra razón. 

    Con ambas siempre lucha 
    y de ambas vencedor, 
    tan sólo al genio es dado 
    a un yugo atar las dos. 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.