A todos los santos, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    A todos los santos

    Patriarcas que fuisteis la semilla 
    del árbol de la fe en siglos remotos 
    al vencedor divino de la muerte 
    rogadle por nosotros. 

    Profetas que rasgasteis inspirados 
    del porvenir el velo misterioso, 
    al que sacó la luz de las tinieblas 
    rogadle por nosotros. 

    Almas cándidas, Santos Inocentes 
    que aumentáis de los ángeles el coro, 
    al que llamó a los niños a su lado 
    rogadle por nosotros. 

    Apóstoles que echasteis en el mundo 
    de la Iglesia el cimiento poderoso, 
    al que es de la verdad depositario 
    rogadle por nosotros. 

    Mártires que ganasteis vuestra palma 
    en la arena del circo, en sangre rojo, 
    al que os dio fortaleza en los combates, 
    rogadle por nosotros. 

    Vírgenes semejante a azucenas 
    que el verano vistió de nieve y oro, 
    al que es fuente de vida y hermosura 
    rogadle por nosotros. 

    Monjes que de la vida en el combate 
    pedisteis paz al claustro silencioso, 
    al que es iris de calma en las tormentas 
    rogadle por nosotros. 

    Doctores cuyas plumas nos legaron 
    de virtud y saber rico tesoro, 
    al que es raudal de ciencia inextinguible 
    rogadle por nosotros. 

    Soldados del ejército de Cristo, 
    Santas y Santos todos, 
    rogadle que perdone nuestras culpas 
    a Aquel que vive y reina entre vosotros. 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.