Ir al contenido principal

Navegación principal

  • Audiolibros en castellano
  • Autores
  • Canales de Youtube
  • +Info
Sobrescribir enlaces de ayuda a la navegación
  • Audiolibros en castellano
  • Gustavo Adolfo Bécquer
  • Rima 34. Cruza callada y son sus movimientos, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

Rima 34. Cruza callada y son sus movimientos, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

  • Audiolibros en castellano
  • joanmoralocutor
  • Poema en español(solapa activa)
Poema en español
Rima 34. Cruza callada y son sus movimientos

Cruza callada, y son sus movimientos 
silenciosa armonía; 
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan 
del himno alado la cadencia rítmica. 

Los ojos entreabre, aquellos ojos 
tan claros como el día, 
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan 
arde con nueva luz en sus pupilas. 

Ríe, y su carcajada tiene notas 
del agua fugitiva; 
llora, y es cada lágrima un poema 
de ternura infinita. 

Ella tiene la luz, tiene el perfume, 
el color y la línea, 
la forma, engendradora de deseos, 
la expresión, fuente eterna de poesía. 

¡Que es estúpida! ¡Bah! Mientras callando 
guarde oscuro el enigma, 
siempre valdrá lo que yo creo que calla 
más que lo que cualquiera otra me diga. 

Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.

  • Una mujer me ha envenenado el alma, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Una mujer me ha envenenado el alma; 
    otra mujer me ha envenenado el cuerpo. 
    Ninguna de las dos vino a buscarme; 
    yo de ninguna de las dos me acuerdo. 

  • Rima 17. Hoy la tierra y los cielos me sonríen, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Hoy la tierra y los cielos me sonríen, 
    hoy llega al fondo de mi alma el sol, 
    hoy la he visto... la he visto y me ha mirado... 
    ¡hoy creo en Dios! 

  • Rima 2. Saeta que voladora, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Saeta que voladora 
    cruza arrojada al azar, 
    y que no se sabe donde 
    temblando se clavará; 

    hoja que del árbol seca 
    arrebata el vendaval, 
    sin que nadie acierte el surco 
    donde al polvo volverá. 

  • Rima 72. Las ondas tienen vaga armonía, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Primera voz  



    Las ondas tienen vaga armonía, 
    las vïoletas suave olor; 
    bruma de plata la noche fría, 
    luz y oro el día, 
    yo algo mejor; 
    ¡yo tengo amor! 



    Segunda voz 

  • Rima 1. Yo sé un himno gigante y extraño, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Yo sé un himno gigante y extraño 
    que anuncia en la noche del alma una aurora 
    y estas páginas son de ese himno 
    cadencias que el aire dilata en las sombras. 

  • Rima 9. Besa el aura que gime blandamente, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Besa el aura que gime blandamente 
    las leves ondas que jugando riza. 
    El sol besa a la nube en occidente 
    y de púrpura y oro la matiza; 
    la llama en derredor del tronco ardiente 
    por besar a otra llama se desliza 
    y hasta el sauce inclinándose a su peso 

  • Rima 65. Llegó la noche y no encontré un asilo, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Llegó la noche y no encontré un asilo 
    ¡y tuve sed!... mis lágrimas bebí; 
    ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos 
    cerré para dormir! 

  • Amor eterno, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Gustavo Adolfo Bécquer

    Podrá nublarse el sol eternamente; 
    podrá secarse en un instante el mar; 
    podrá romperse el eje de la tierra 
    como un débil cristal. 

    ¡Todo sucederá! Podrá la muerte 
    cubrirme con su fúnebre crespón; 
    pero jamás en mí podrá apagarse 
    la llama de tu amor. 

  • Cargar más
banner cuadrado de Audible
banner horizontal de Audible

Pie de página

  • Privacidad
  • Apoyar