Rima 5. Espíritu sin nombre, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    Rima 5. Espíritu sin nombre

    Espíritu sin nombre, 
    indefinible esencia, 
    yo vivo con la vida 
    sin formas de la idea. 

    Yo nado en el vacío, 
    del sol tiemblo en la hoguera, 
    palpito entre las sombras 
    y floto con las nieblas. 

    Yo soy el fleco de oro 
    de la lejana estrella, 
    yo soy de la alta luna 
    la luz tibia y serena. 

    Yo soy la ardiente nube 
    que en el ocaso ondea, 
    yo soy del astro errante 
    la luminosa estela. 

    Yo soy nieve en las cumbres, 
    soy fuego en las arenas, 
    azul onda en los mares 
    y espuma en las riberas. 

    En el laúd soy nota, 
    perfume en la violeta, 
    fugaz llama en las tumbas 
    y en las ruinas yedra. 

    Yo atrueno en el torrente 
    y silbo en la centella, 
    y ciego en el relámpago 
    y rujo en la tormenta. 

    Yo río en los alcores, 
    susurro en la alta yerba, 
    suspiro en la onda pura 
    y lloro en la hoja seca. 

    Yo ondulo con los átomos 
    del humo que se eleva 
    y al cielo lento sube 
    en espiral inmensa. 

    Yo en los dorados hilos 
    que los insectos cuelgan 
    me mezco entre los árboles 
    en la ardorosa siesta. 

    Yo corro tras las ninfas 
    que en la corriente fresca 
    del cristalino arroyo 
    desnudas juguetean. 

    Yo en bosque de corales 
    que alfombran blancas perlas, 
    persigo en el océano 
    las náyades ligeras. 

    Yo en las cavernas cóncavas 
    do el sol nunca penetra, 
    mezclándome a los gnomos 
    contemplo sus riquezas. 

    Yo busco de los siglos 
    las ya borradas huellas 
    y sé de esos imperios 
    de que ni el nombre queda. 

    Yo sigo en raudo vértigo 
    los mundos, que voltean, 
    y mi pupila abarca 
    la creación entera. 

    Yo sé de esas regiones 
    a do un rumor no llega, 
    y donde informes astros 
    de vida un soplo esperan. 

    Yo soy sobre el abismo 
    el puente que atraviesa, 
    yo soy la ignota escala 
    que el cielo une a la tierra. 

    Yo soy el invisible 
    anillo que sujeta 
    el mundo de la forma 
    al mundo de la idea. 

    Yo en fin soy ese espíritu, 
    desconocida esencia, 
    perfume misterioso 
    de que es vaso el poeta. 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.