Lo que Maisie sabía, de Henry James - Valdemar

Henry James (Nueva York 1843-Londres 1916) ha sido tachado a menudo de autor difícil, tal vez debido a la complejidad técnica del 'punto de vista' del narrador interno de la historia y a la progresión 'escénica' de las secuencias narrativas, recursos que James utilizaba magistralmente y que garantizaban la imparcialidad de juicio a la vez que abrían las puertas al misterio y a la ambigüedad. Lo que Maisie sabía, uno de sus mejores relatos, pone de manifiesto todas las cualidades narrativas de James, descubriéndole como el agudo observador de los aspectos más tragicómicos de la existencia humana, el supremo cultivador de la más fina y sutil ironía británica, el narrador de complejas tramas hiladas con una prosa a la vez barroca y transparente, en definitiva: un manjar para los epicúreos literarios. Lo que Maisie sabía (1897) fue descrita elocuentemente por Borges como 'una horrible historia de adulterio narrada a través de los ojos de una niña que no está capacitada para entenderla', y podría calificarse como un insólito cruce entre Alicia y Lolita.
Tapa blanda
190 x 120 mm
448 páginas
8477027587
9788477027584

Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916) nació en el seno de una adinerada y culta familia de origen irlandés. Recibió una educación ecléctica y cosmopolita, que se desarrolló mayoritariamente en Europa. En 1875 se estableció en Inglaterra después de publicar en Estados Unidos sus primeros relatos. El conflicto entre la cultura europea y la estadounidense está en el centro de muchas de sus obras, desde su primera novela, Roderick Hudson (1875), hasta la trilogía con la cual culmina su carrera: Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904). Maestro de la novela breve, algunos de sus logros más celebrados se hallan en este género: Otra vuelta de tuerca (1898), En la jaula (1898) o Los periódicos (1903). Cerca del final de su vida se nacionalizó inglés. En palabras de Gore Vidal, "no había nada que James hiciera como un inglés, ni tampoco como un estadounidense. Él mismo era su gran realidad, un nuevo mundo, una terra incognita cuyo mapa tardaría el resto de sus días en trazar para todos nosotros". 

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