En el gesto diario del beber de las plantas
está cada palabra que escribo para ti,
para ti y para todos.
La punta de la lengua que se quemamientras hago el café,
cuando me pillo un dedo con la puerta
y la uña morada golpea el azulejo
No sé jugar a nada.
Ahora parece que la niebla
cumple su compromiso de forrarme las manos.
Es lo que tiene ir de avispada,
perderse en casas grandes,
imaginarse entera desde el principio.
Me hablan de mi vida
quienes la desconocen
y admiran lo lustrosas que dejé las ventanas.
Pero todo retumba todavía
como retumba el eco de mi mínima gracia
en un montón de trapos que nunca sacudí.
Me rebana el aliento
admitir episodios
en los que fui un burro caminando derecho
obviando precipicios y montones de mierda a cada lado.
Y sigo sin saber
si en tanta incertidumbre queda algo de mí,
si ahora me miro fijamente
y puedo abrirme en dos sin malolerme,
si es verdad que encontré todo el paisaje
que habitaba en mis venas
o hay que seguir cortando.
Tengo frío porque gotea el grifo de la ducha,
porque no es fácil estar sola,
porque no lloro nunca
y duermo a trompicones.
Tengo miedo porque me toca hablar conmigo
y la conversación es delicada y tensa.
Ahora no tengo la palabra tan fácil,
me cuesta sonsacarme.
Quiero saber antes que nada
dónde coño viví todo este tiempo.