Los muertos pocas veces libertad alcanzáis a tener, pero la noche que regresáis es vuestra, vuestra completamente.
Amada mía, remordimiento mío, la nuit c’est toi cuando estoy solo y vuelves tú, comienzas en tus retratos a reconocerme.
¿Qué daño me recuerda tu sonrisa? ¿Y cuál dureza mía está en tus ojos? ¿Me tranquilizas porque estuve cerca de ti en algún momento?
La parte de tu muerte que me doy, la parte de tu muerte que yo puse de mi cosecha, cómo poder pagártela... Ni la parte de vida que tuvimos juntos.
Cómo poder saber que has perdonado, conmigo sola en el lugar del crimen? Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas en el rincón más triste de mi cuarto?
Nada hay tan dulce como una habitación para dos, cuando ya no nos queremos demasiado, fuera de la ciudad, en un hotel tranquilo, y parejas dudosas y algún niño con ganglios,
Este despedazado anfiteatro, impío honor de los dioses, cuya afrenta publica el amarillo jaramago, ya reducido a trágico teatro, ¡oh fábula del tiempo! representa cuánta fue su grandeza y es su estrago. RODRIGO CARO
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación -y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo,