Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!
Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.
Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre un día se quieren, se van quedando solos poco a poco, algo en su corazón les dice que están solos, solos sobre la tierra se penetran, se van matando el uno al otro.
¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla, con mi pierna tan larga y tan flaca, con mis brazos, con mi lengua, con mis flacos ojos? ¿Que puedo hacer en este remolino de imbéciles de buena voluntad? ¿Que puedo con inteligentes podridos
He aquí que tú estás sola y que estoy solo. Haces tus cosas diariamente y piensas y yo pienso y recuerdo y estoy solo. A la misma hora nos recordamos algo y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya somos, y una locura celular nos recorre
Entonces se enviaban suspiros en las rosas, besos-palomas de balcón a balcón. Pero la sucia noche revolvía alfileres, sábanas, rezos, cruces, luto de amor.
Codiciada, prohibida, cercana estás, a un paso, hechicera. Te ofreces con los ojos al que pasa, al que te mira, madura, derramante, al que pide tu cuerpo como una tumba. Joven maligna, virgen, encendida, cerrada, te estoy viendo y amando,
Un ropero, un espejo, una silla, ninguna estrella, mi cuarto, una ventana, la noche como siempre, y yo sin hambre, con un chicle y un sueño, una esperanza. Hay muchos hombres fuera, en todas partes, y más allá la niebla, la mañana.