En una noche nos hacemos viejos y, al despertar al mundo, la mañana en la luz del cristal de la ventana nos clava, como insultos, sus reflejos.
Los ojos en el agua son espejos de la memoria llena de gris grana y la palabra, para siempre cana, nos deja sus acentos circunflejos.
En el lavabo de las horas lavo el hollín de los días. Las semanas dejan cal en el cuerpo; ladeada, la sombra de los años; ignorada, la inteligencia de las cosas vanas: el grifo, el jabón, este lavabo.
II
El grifo, el jabón, este lavabo adelantan la ciencia soberana del existir: mirar por la ventana, ver cuántas cosas cada día lavo.
Un resplandor de rayas, rojos lagos, una copa, un libro, una mañana de otro rostro mirando en la ventana el mismo gris de sus contornos vagos
me hacen saber que acentos circunflejos, auroras grises de los días, granas sombras inmovilizan los espejos; que somos el rumor de los reflejos de las horas, los días, las semanas y que una noche nos hacemos viejos.
En la orilla del Sena sé y no sé si el autobús me lleva o la ballena de Jonás me conduce al Quai d'Orsay. La arena de los mares suena, suena. Régates a Argenteuil de Claude Monet se mueven en mis ojos y la arena que pinta en los desiertos Guillaumet: