No vayas al Leteo ni exprimas el morado acónito buscando su vino embriagador; no dejes que tu pálida frente sea besada por la noche, violácea uva de Proserpina. No hagas tu rosario con los frutos del tejo ni dejes que polilla o escarabajo sean tu alma plañidera, ni que el búho nocturno contemple los misterios de tu honda tristeza. Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta, y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.
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Pero cuando el acceso de atroz melancolía se cierna repentino, cual nube desde el cielo que cuida de las flores combadas por el sol y que la verde colina desdibuja en su lluvia, enjuga tu tristeza en una rosa temprana o en el salino arco iris de la ola marina o en la hermosura esférica de las peonías; o, si tu amada expresa el motivo de su enfado, toma firme su mano, deja que en tanto truene y contempla, constante, sus ojos sin igual.
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Con la Belleza habita, Belleza que es mortal. También con la alegría, cuya mano en sus labios siempre esboza un adiós; y con el placer doliente que en tanto la abeja liba se torna veneno. Pues en el mismo templo del Placer, con su velo tiene su soberano numen Melancolía, aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa boca muerde la uva fatal de la alegría. Esa alma probará su tristísimo poder y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.
Tienen los locos sueños donde traman elíseos de una secta. Y el salvaje vislumbra desde el sueño más profundo lo celestial. Es lástima que no hayan transcrito en una hoja o en vitela las sombras de esa lengua melodiosa
Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte y cada circunstancia u objeto es una suerte de decreto divino que anuncia que soy presa