¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir, Que no sea en el desordenado sufrir De turbias y sombrías moradas, Subamos juntos la escalera empinada; Observatorio de la naturaleza, Contemplando del valle su delicadeza, Sus floridas laderas, Su río cristalino corriendo; Permitid que vigile, soñoliento, Bajo el tejado de verdes ramas, Donde los ciervos pasan como ráfajas, Agitando a las abejas en sus campanas. Pero, aunque con placer imagino Estas dulces escenas contigo, El suave conversar de una mente, Cuyas palabras son imágenes inocentes, Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser El mayor gozo de la humanidad, Soñar que tu raza pueda sufrir Por dos espíritus que juntos deciden huir.
Tienen los locos sueños donde traman elíseos de una secta. Y el salvaje vislumbra desde el sueño más profundo lo celestial. Es lástima que no hayan transcrito en una hoja o en vitela las sombras de esa lengua melodiosa
Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte y cada circunstancia u objeto es una suerte de decreto divino que anuncia que soy presa