Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte y cada circunstancia u objeto es una suerte de decreto divino que anuncia que soy presa
de mi fin, como un águila herida mira al cielo. Pero es un delicado murmullo este lamento por no tener conmigo una nube, acaso un viento que hasta abrir su ojo el alba me dé tibio consuelo.
Estas borrosas glorias que imagina la mente prestan al corazón un territorio escondido y un extraño dolor cuyo prodigio silente
mezcla la helénica grandeza con el sonido del Tiempo ya pasado o de un mar inclemente, con el solo la sombra de un ser desconocido.
Tienen los locos sueños donde traman elíseos de una secta. Y el salvaje vislumbra desde el sueño más profundo lo celestial. Es lástima que no hayan transcrito en una hoja o en vitela las sombras de esa lengua melodiosa
Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte y cada circunstancia u objeto es una suerte de decreto divino que anuncia que soy presa