Quisiera otro lenguaje para hablar de estos días, otra voz cuyo acento imitara el embate del mar contra tu cuerpo, el reguero de gotas como una pupila multiplicada sobre la sal inscrita de tu piel, sobre la piel escrita por la sal, sobre la simple página que no espera a mis dedos para mostrarse. Ven. La mañana es un largo balbuceo de sí misma, un derroche de azul y de fulgores, un asombro que no duda o remite en su afán de admirarse, mientras la luz devora el aire y atraviesa las gaviotas sobre el aplauso de las olas. Quisiera otro lenguaje para hablar de la vida que esconde cada instante, para hablar de tu voz sin que parezca mía, para hablar de tu cuerpo que viene tuyo, maduro, con el ritmo secreto de las aguas, del viento en los pinares, de la noche que esconde toda luz, mientras cancelo la conciencia, desnudo el pensamiento (te desnudo), mientras fijo el instante al olvidarme de él, me abandono a la única certeza que es no tener ninguna, mas desear tenerla, junto a este mar antiguo que escribe y borra páginas de un libro aun más antiguo, que es olas y es arena y es azul, que entreveo únicamente cuando tú estás conmigo, cuando tú, dura espuma, clara luz, permanece.
Quisiera otro lenguaje para hablar de estos días, otra voz cuyo acento imitara el embate del mar contra tu cuerpo, el reguero de gotas como una pupila multiplicada sobre la sal inscrita de tu piel, sobre la piel escrita por la sal,
Cae sobre ti la mirada de las cosas, te busca, te señala, espía cada uno de tus gestos con nítida pupila agazapada, tapiz de ojos tras el follaje de las sombras, noche ocelada en cada esquina con un rumor de pasos a la espera;