Habitaciones dolientes de esta casa mía entre los pinos Cuyas puertas se abren con sed a las estrellas Hay en ellas una madre y una esposa suave Cuya permanencia en el polvo es como un viejo Plato de frijoles, una nube o una fruta antigua. Oscuras personas, tíos, parientes que duermen Para siempre, vigilan en la noche con su chispa azul En el semblante. A su acera humilde, A sus umbríos muebles, que una ola de nieve ha deslumbrado, cuán tarde he de llegar hoy día, cuán tarde he de morir, con mi vestido augusto, Cuando ella ya esté hundida y sus palomas De pobreza hayan volado hacia una negra calle. Muerto entre pinos, veré nacer el sol debajo de ella. Corrientes de yedra ¿es éste vuestro río agonizante, Como un caballo frío, ávido de albergue, ante mis pies, Y es esta casa mía sin cocina, con su luna plebe, la elegida? Señor de las cenizas ¿eres tú el que golpea desvelado? ¿No sabes también que esta casa hizo suyos el establo, El jardín y los astros lejanos? Entablados astros, Muros, techos fantasmas de los que dormidas aves Penden dulcemente, sin memoria, como restos De una antigua caza. Y rotas chimeneas, caños Abiertos en la noche, tapicería hundiéndose al igual Que un buque de cuero en un océano tibio, Tienen en esta inmensa casa de tablas el rumor De una botella de leche rodando sin cesar hacia la muerte. Yo he venido tan sólo a conocer sus desolados muros Y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el día.
¿Conoces tu cuerpo esfera de la noche Esfera de la noche Huracán solar conoces tu cuerpo Conoces tu cuerpo conoces Tu admirable cabeza tus piernas moviendo El centro miserable De mis ojos de oro Mis ojos de oro de mirarte De oro de soñarte
Mediterráneo ayúdame ayúdame ultramar padre nuestro que estás en el agua del tirreno y del adriático gemelo no me dejes vivir tan sólo de carne y hueso haz que despierte nuevamente sin haber nunca dormido haz que no llore nunca
No tengo límites Mi piel es una puerta abierta Y mi cerebro una casa vacía La punta de mis dedos toca fácilmente El firmamento y el piso de madera No tengo pies ni cabeza Mis brazos y mis piernas Son los brazos y las piernas
Si entre esferas me acuesto Si entre esferas me despierto Es porque tu sexo Es porque mi sexo Se parece tanto al mío Se parece tanto al tuyo Que no conozco nada Que no conozco nada Más oscuro ni más tibio
Habitaciones dolientes de esta casa mía entre los pinos Cuyas puertas se abren con sed a las estrellas Hay en ellas una madre y una esposa suave Cuya permanencia en el polvo es como un viejo Plato de frijoles, una nube o una fruta antigua.