Fundación mítica de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges | Poema

    Poema en español
    Fundación mítica de Buenos Aires

    ¿Y fue por este río de sueñera y de barro 
    que las proas vinieron a fundarme la patria? 
    Irían a los tumbos los barquitos pintados 
    entre los camalotes de la corriente zaina. 

    Pensando bien la cosa, supondremos que el río 
    era azulejo entonces como oriundo del cielo 
    con su estrellita roja para marcar el sitio 
    en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron. 

    Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron 
    por un mar que tenía cinco lunas de anchura 
    y aún estaba poblado de sirenas y endriagos 
    y de piedras imanes que enloquecen la brújula. 

    Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, 
    durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, 
    pero son embelecos fraguados en la Boca. 
    Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. 

    Una manzana entera pero en mitá del campo 
    presenciada de auroras y lluvias y sudestadas. 
    La manzana pareja que persiste en mi barrio: 
    Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. 

    Un almacén rosado como revés de naipe 
    brilló y en la trastienda conversaron un truco; 
    el almacén rosado floreció en un compadre, 
    ya patrón de la esquina, ya resentido y duro. 

    El primer organito salvaba el horizonte 
    con su achacoso porte, su habanera y su gringo. 
    El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen, 
    algún piano mandaba tangos de Saborido. 

    Una cigarrería sahumó como una rosa 
    el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres, 
    los hombres compartieron un pasado ilusorio. 
    Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente. 

    A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: 
    La juzgo tan eterna como el agua y el aire. 

    Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Entre 1914 y 1921 vivió con su familia en Europa. A su regreso fundó las revistas Prisma y Proa, y publicó Fervor de Buenos Aires (1923) e Historia universal de la infamia (1935). Autor de poesía, cuento, ensayo y trabajos en colaboración, en las décadas siguientes su obra creció, fue traducida a más de veinticinco idiomas y alcanzó reconocimiento mundial. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Recibió importantes distinciones de gobiernos extranjeros, y el título de doctor honoris causa de las universidades de Columbia, Yale, Oxford, Michigan, Santiago de Chile, La Sorbona y Harvard. Obtuvo, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura (Argentina, 1956) y el Cervantes (España, 1979). Considerado uno de los más importantes escritores en lengua hispana de la historia de la literatura, murió en Ginebra el 14 de junio de 1986. 

    • Los ponientes y las generaciones. 
      Los días y ninguno fue el primero. 
      La frescura del agua en la garganta 
      De Adán. El ordenado Paraíso. 
      El ojo descifrando la tiniebla. 
      El amor de los lobos en el alba. 
      La palabra. El hexámetro. El espejo. 

    • Que otros se jacten de las páginas que han escrito; 
      a mí me enorgullecen las que he leído. 
      No habré sido un filólogo, 
      no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras, 
      la de que se endurece en te

    • En cierta calle hay cierta firme puerta 
      con su timbre y su número preciso 
      y un sabor a perdido paraíso, 
      que en los atardeceres no está abierta 
      a mi paso. Cumplida la jornada, 
      una esperada voz me esperaría 
      en la disgregación de cada día 

    • En la sala tranquila 
      cuyo reloj austero derrama 
      un tiempo ya sin aventuras ni asombro 
      sobre la decente blancura 
      que amortaja la pasión roja de la caoba, 
      alguien, como reproche cariñoso, 
      pronunció el nombre familiar y temido. 
      La imagen del tirano