Himno del mar, de Jorge Luis Borges | Poema

    Poema en español
    Himno del mar

    Para Adriano del Valle 
     
    Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas que gritan; 
    del Mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea; 
    del Mar cuando besa los pechos dorados de vírgenes playas que aguardan sedientas; 
    del Mar al aullar sus mesnadas, al lanzar sus blasfemias los vientos, 
    cuando brilla en las aguas de acero la luna bruñida y sangrienta; 
    del Mar cuando vierte sobre él su tristeza sin fondo la Copa de Estrellas. 

    Hoy he bajado de la montaña al valle 
    y del valle hasta el mar. 
    El camino fue largo como un beso. 
    Los almendros lanzaban madejas azuladas de sombra sobre la carretera 
    y, al terminar el valle, el sol 
    gritó rubios Golcondas sobre tu glauca selva: ¡Mar! 
    ¡Hermano, Padre, Amado...! 
    Entro al jardín enorme de tus aguas y nado lejos de la tierra. 
    Las olas vienen con cimera frágil de espuma, 
    en fuga hacia el fracaso. Hacia la costa, 
    con sus picachos rojos, 
    con sus casas geométricas, 
    con sus palmeras de juguete, 
    que ahora se han vuelto lívidos y absurdos como recuerdos yertos. 
    Yo estoy contigo, Mar. Y mi cuerpo tendido como un arco 
    lucha contra tus músculos raudos. Sólo tú existes. 
    Mi alma desecha todo su pasado 
    como en nórtico cielo que se deshoja en copos errantes. 

    Oh instante de plenitud magnífica; 
    antes de conocerte, Mar hermano, 
    largamente he vagado por errantes calles azules con oriflamas de faroles 
    y en la sagrada medianoche yo he tejido guirnaldas 
    de besos sobre carnes y labios que se ofrendaban, 
    solemnes de silencio, 
    en una floración 
    sangrienta... 
    Pero ahora yo hago don a los vientos 
    de todas esas cosas pretéritas, 
    pretéritas.... Sólo tú existes. 
    Atlético y desnudo. Sólo este fresco aliento y estas olas, 
    y las Copas Azules, y el milagro de las Copas Azules. 
    (Yo he soñado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas jadeantes.) 
    Ansío aún crearte un poema 
    con la cadencia adámica de tu oleaje, 
    con tu salino y primeral aliento, 
    con el trueno de las anclas sonoras ante Thulés ebrias de luz y lepra, 
    con voces marineras, luces y ecos 
    de grietas abismales 
    donde tus raudas manos monjiles acarician constantemente a los muertos... 
    Un himno... 
    constelado de imágenes rojas, lumínicas. 

    ¡Oh mar! oh mito! oh sol! oh largo lecho! 
    Y sé por qué te amo. Sé que somos muy viejos. 
    Que ambos nos conocemos desde siglos. 
    Sé que en tus aguas venerandas y rientes ardió la aurora de la Vida. 
    (En la ceniza de una tarde terciaria vibré por vez primera en tu seno). 
    Oh proteico, yo he salido de ti. 
    ¡Ambos encadenados y nómadas; 
    ambos con una sed intensa de estrellas; 
    ambos con esperanza y desengaños; 
    ambos, aire, luz, fuerza, obscuridades; 
    ambos con nuestro vasto deseo y ambos con nuestra grande miseria!

    Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Entre 1914 y 1921 vivió con su familia en Europa. A su regreso fundó las revistas Prisma y Proa, y publicó Fervor de Buenos Aires (1923) e Historia universal de la infamia (1935). Autor de poesía, cuento, ensayo y trabajos en colaboración, en las décadas siguientes su obra creció, fue traducida a más de veinticinco idiomas y alcanzó reconocimiento mundial. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Recibió importantes distinciones de gobiernos extranjeros, y el título de doctor honoris causa de las universidades de Columbia, Yale, Oxford, Michigan, Santiago de Chile, La Sorbona y Harvard. Obtuvo, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura (Argentina, 1956) y el Cervantes (España, 1979). Considerado uno de los más importantes escritores en lengua hispana de la historia de la literatura, murió en Ginebra el 14 de junio de 1986. 

    • No son más silenciosos los espejos 
      ni más furtiva el alba aventurera; 
      eres, bajo la luna, esa pantera 
      que nos es dado divisar de lejos. 
      Por obra indescifrable de un decreto 
      divino, te buscamos vanamente; 
      más remoto que el Ganges y el poniente, 

    • En la sala tranquila 
      cuyo reloj austero derrama 
      un tiempo ya sin aventuras ni asombro 
      sobre la decente blancura 
      que amortaja la pasión roja de la caoba, 
      alguien, como reproche cariñoso, 
      pronunció el nombre familiar y temido. 
      La imagen del tirano 

    • En cierta calle hay cierta firme puerta 
      con su timbre y su número preciso 
      y un sabor a perdido paraíso, 
      que en los atardeceres no está abierta 
      a mi paso. Cumplida la jornada, 
      una esperada voz me esperaría 
      en la disgregación de cada día 

    • Que otros se jacten de las páginas que han escrito; 
      a mí me enorgullecen las que he leído. 
      No habré sido un filólogo, 
      no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras, 
      la de que se endurece en te