Junio – 1968, de Jorge Luis Borges | Poema

    Poema en español
    Junio – 1968

    En la tarde de oro 
    o en una serenidad cuyo símbolo 
    podría ser la tarde de oro, 
    el hombre dispone los libros 
    en los anaqueles que aguardan 
    y siente el pergamino, el cuero, la tela 
    y el agrado que dan 
    la previsión de un hábito 
    y el establecimiento de un orden. 
    Stevenson y el otro escocés, Andrew Lang, 
    reanudarán aquí, de manera mágica, 
    la lenta discusión que interrumpieron 
    los mares y la muerte 
    y a Reyes no le desagradará ciertamente 
    la cercanía de Virgilio. 
    (Ordenar bibliotecas es ejercer, 
    de un modo silencioso y modesto, 
    el arte de la crítica.) 
    El hombre, que está ciego. 
    sabe que ya no podrá descifrar 
    los hermosos volúmenes que maneja 
    y que no le ayudarán a escribir 
    el libro que lo justificará ante los otros, 
    pero en la tarde que es acaso de oro 
    sonríe ante el curioso destino 
    y siente esa felicidad peculiar 
    de las viejas cosas queridas. 

    Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Entre 1914 y 1921 vivió con su familia en Europa. A su regreso fundó las revistas Prisma y Proa, y publicó Fervor de Buenos Aires (1923) e Historia universal de la infamia (1935). Autor de poesía, cuento, ensayo y trabajos en colaboración, en las décadas siguientes su obra creció, fue traducida a más de veinticinco idiomas y alcanzó reconocimiento mundial. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Recibió importantes distinciones de gobiernos extranjeros, y el título de doctor honoris causa de las universidades de Columbia, Yale, Oxford, Michigan, Santiago de Chile, La Sorbona y Harvard. Obtuvo, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura (Argentina, 1956) y el Cervantes (España, 1979). Considerado uno de los más importantes escritores en lengua hispana de la historia de la literatura, murió en Ginebra el 14 de junio de 1986. 

    • No son más silenciosos los espejos 
      ni más furtiva el alba aventurera; 
      eres, bajo la luna, esa pantera 
      que nos es dado divisar de lejos. 
      Por obra indescifrable de un decreto 
      divino, te buscamos vanamente; 
      más remoto que el Ganges y el poniente, 

    • En la sala tranquila 
      cuyo reloj austero derrama 
      un tiempo ya sin aventuras ni asombro 
      sobre la decente blancura 
      que amortaja la pasión roja de la caoba, 
      alguien, como reproche cariñoso, 
      pronunció el nombre familiar y temido. 
      La imagen del tirano 

    • En cierta calle hay cierta firme puerta 
      con su timbre y su número preciso 
      y un sabor a perdido paraíso, 
      que en los atardeceres no está abierta 
      a mi paso. Cumplida la jornada, 
      una esperada voz me esperaría 
      en la disgregación de cada día 

    • Que otros se jacten de las páginas que han escrito; 
      a mí me enorgullecen las que he leído. 
      No habré sido un filólogo, 
      no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras, 
      la de que se endurece en te