Las sarmentosas manos del abuelo tejen una caricia de ochenta años sobre los rubios bucles de su nieto. Borrachera de paz en la alquería. Ambos miran al cielo: el pequeño jugando con estrellas y el anciano jugando con misterios.
¡Qué horrible es el olvido! Es mejor la nostalgia con su anillo de llanto ciñendo el corazón. Cuando hablamos de 'ella' sin sentir que morimos, ya no vale la pena nuestra inútil canción.
Novia del mar: Te cambio seis veleros Por las seis letras de tu juventud. Por tus abiertos Ojos marineros Te doy un cargamento de luceros Que me robé en el África del Sur.