En el áureo esplendor de la mañana, viendo crecer la enredadera verde, mi alegría no sabe lo que pierde y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro, y fui como la forma de esa nube, como ese gajo verde que ahora sube mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente, y, en mi claro alborozo matutino, yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente. Pero la vida es una cosa vaga, y el corazón va desconfiando de ella, como cuando miramos una estrella, sin saber si se enciende o si se apaga. Mi corazón, en tránsito de fuego, ardió de llama en llama, pero en vano, porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego. Y ahora estoy acodado en la ventana, y mi dolor no sabe lo que pierde ni mi alegría sabe lo que gana, viendo crecer la enredadera verde en el áureo esplendor de la mañana.
Señora, según dicen, ya usted tiene otro amante, lástima que la prisa nunca sea elegante… Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa se resigne a ser viuda sin haber sido esposa.
Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero. Ahora que no me oyes, ya no debo callar. Tú seguirás tu vida y olvidarás primero... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
En el recogimiento de la tarde que muere, entre las imprecisas brumas crepusculares, cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere vaporosas siluetas familiares.
Yo he vivido mi vida: si fue larga o fue corta, si fue alegre o fue triste, ya casi no me importa. Y aquí estoy, esperando. No sé bien lo que espero, si el amor o la muerte, -lo que pase primero.
Un hijo... ¿Tú sabes, tu sientes que es eso? ver nacer la vida del fondo de un beso, por un inefable milagro de amor; Un beso que llene la cuna vacía, y que ingenuamente nos mire y sonría: un beso hecho flor...
—“Vamos, que se hace tarde...”—me dijiste. Pero yo me quedé mirando el mar, con el hastío de un pecado triste, pues no hay nada más triste que un pecado vulgar...
Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida, la estrofa que más vive, siempre es la mas vivida. Un mal verso supera la más perfecta prosa, aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.