Era mi amiga, pero yo la amaba yo la amaba en silencio puramente, y mientras sus amores me contaba yo escuchaba sus frases tristemente.
Era mi amiga, pero me gustaba y mi afán era verla a cada instante. Nunca supo el amor que yo albergaba porque siempre me hablaba de su amante.
Era mi amiga para todo el mundo porque a nadie mi amor yo confesaba, pero yo la quería muy profundo y forzosamente me callaba.
Era mi amiga, y mi cuerpo sentía estremecer si ella me miraba, al oírla junto a mí feliz me hacía más de este amor ella nunca supo nada y aunque sólo mi amistad yo le ofrecía, era mi amiga, pero yo la amaba.
Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero. Ahora que no me oyes, ya no debo callar. Tú seguirás tu vida y olvidarás primero... Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
En el recogimiento de la tarde que muere, entre las imprecisas brumas crepusculares, cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere vaporosas siluetas familiares.
Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida, la estrofa que más vive, siempre es la mas vivida. Un mal verso supera la más perfecta prosa, aunque en prosa y en verso digas la misma cosa.
Viendo pasar las nubes fue pasando la vida, y tú, como una nube, pasaste por mi hastío. Y se unieron entonces tu corazón y el mío, como se van uniendo los bordes de una herida.
No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas; sólo que, a diferencia de la espiga y la flor, cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
Un gran amor, un gran amor lejano es algo así como la enredadera que no quisiera florecer en vano y sigue floreciendo aunque no quiera. Un gran amor se nos acaba un día y es tristemente igual a un pozo seco, pues ya no tiene el agua que tenía