Cuando salí de ti, a mí mismo me prometí que volvería. Y he vuelto. Quiebro con mis piernas tu serena cristalería. Es como ahondar en los principios, como embriagarse con la vida, como sentir crecer muy hondo un árbol de hojas amarillas y enloquecer con el sabor de sus frutas más encendidas. Como sentirse con las manos en flor, palpando la alegría. Como escuchar el grave acorde de la resaca y de la brisa.
Cuando salí de ti, a mí mismo me prometí que volvería. Era en otoño, y en otoño llego, otra vez, a tus orillas. ( De entre tus ondas el otoño nace más bello cada día. )
Y ahora que yo pensaba en ti constantemente, que creía...
( Las montañas que te rodean tienen hogueras encendidas.)
Y ahora que yo quería hablarte, saturarme de tu alegría...
( Eres un pájaro de niebla que picotea mis mejillas. )
Y ahora que yo quería darte toda mi sangre, que quería...
( Qué bello, mar, morir en ti cuando no pueda con mi vida. )
Si fuera verdad que dos almas marchan juntas, sin conocerse sus cuerpos; si fuese verdad que se han tocado desde siempre, que bebieron la misma luz, que el mismo destino las mece; si fuera verdad que son hojas del mismo arbusto, eterno y verde;
Por más que intente al despedirme guardarte entero en mi recinto de soledad, por más que quiera beber tus ojos infinitos, tus largas tardes plateadas, tu vasto gesto, gris y frío, sé que al volver a tus orillas nos sentiremos muy distintos.
La gaviota sobre el pinar. (La mar resuena). Se acerca el sueño. Dormirás, soñarás, aunque no lo quieras. La gaviota sobre el pinar goteado todo de estrellas.
Apagamos las manos. Dejamos encima del mar marchitarse la luna y nos pusimos a andar por la tierra cumplida de sombra. Ahora ya es tarde. Las albas vendrán a ofrecernos sus húmedas flores. Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa