¡El verde estanque de la hacienda, rey del jardín amable, está en olvido miserable! En las lejanas, bellas horas eran sus linfas cantadoras, eran granates y auroras, a campánulas y jazmines iban insectos mandarines con lamparillas purpuradas, insectos cantarines con las músicas coloreadas; mas, del jardín, en la belleza mora siempre arcana tristeza: como la noche impenetrable, como la ruina miserable. Temblaba Vésper en los cielos, gemían búhos paralelos y, de tarde, la enramada tenía vieja luz dorada; era la hora entristecida como planta por nieve herida; como el insecto agonizante sobre hojas secas navegante. Clara, la niña bullidora, corrió a bañarse en linfa mora, para ir luego a la fiesta de la heredad vecina; ya a su oído llegaba orquesta de violín, piano y ocarina. Brilló un momento, anaranjada, entre la sombra perfumada, con las primeras sensaciones del sarao de orquestaciones. ¡Oh! en la linfa funesta y honda fue a bañarse la virgen blonda; de los amores encendida, la mirada llena de vida... ¡EI verde estanque de la hacienda, rey del jardín amable, hoyes derrumbe miserable!
¡El verde estanque de la hacienda, rey del jardín amable, está en olvido miserable! En las lejanas, bellas horas eran sus linfas cantadoras, eran granates y auroras, a campánulas y jazmines iban insectos mandarines
Mis ojos han visto el cuarto cerrado; cual inmóviles labios su puerta... está silenciado!... Su oblonga ventana, como un ojo abierto, vidrioso me mira; como un ojo triste, con mirada que nunca retira como un ojo muerto.