Veo en el horizonte un humo verde reptando, caprichoso, igual que una culebra entre las rocas. Y cerca, en el camino a mitad de este sendero, la verja vegetal que lo recubre lujosa, decadente, escarchadas y lánguidas clarean unas ramas. Parecen tensas venas que sujetan a punto de partirse este paisaje en la ventana de la fantasía.
Protege la muralla. Y cómo cubre cárdena su imagen y oscila en la penumbra, cómo se pierde, y cómo se difunde.
Justo ahí donde empieza la escalera, una escalera natural de piedra, justo ahí es donde paro, y me vuelvo otra vez.
Y aquí yo, y tú también, ya nosotros. Con miedo incluso, incluso incertidumbre, en triple dirección. Con la mano temblando al escribir esta venérea milicia, noble título, y mucho más real; pues sabemos que no nos pertenece casi nada, que todo es suyo y nuestro, y que yo no soy nadie. ¿Algo es mío?
¿Cómo es posible ahora escuchar su advertencia? ¿Cómo estar en lo cierto y descifrar los símbolos osados que la belleza desinteresada rasga en nuestras imágenes? ¿Preguntas indefinidamente sin respuesta?
Daré la voz de alarma ante cualquier extraño movimiento. Tengo explícitas órdenes de tirar a matar.
Veo en el horizonte un humo verde reptando, caprichoso, igual que una culebra entre las rocas. Y cerca, en el camino a mitad de este sendero, la verja vegetal que lo recubre lujosa, decadente, escarchadas y lánguidas clarean unas ramas.