El que desterrado por la pobreza vive sin corazón en lo lejano, y a nada atiende como suyo y es lóbrego y cansado bajo el cielo. El que sale vencido de su casa y lo arrastra la gente en su murmullo y transcurre vacío por la calle y se sienta delante de una máquina. El doloroso de razón frente a la vida que muere en la esperanza y no regresa. A este que nadie ha despedido y toma el tren un día hacia la aurora. Nadie lo sabrá, su historia es triste como un mar que nadie ha descubierto. No ha querido mirar la primavera, trabaja por volver, brotar un día como el árbol florecido que en su huerto daba sombra y destino a la mañana. Pensaréis que el cielo habrá de perdonarlo, pensaréis que el amor, ciudad y pájaros y torres sonará de nuevo campanas en sus ojos. Pero él, que perdido en lo lejano fue escombro de alameda, ha muerto. No lo lloréis, junto a aquel leño oscuro brotaba un manantial honrado.
El que desterrado por la pobreza vive sin corazón en lo lejano, y a nada atiende como suyo y es lóbrego y cansado bajo el cielo. El que sale vencido de su casa y lo arrastra la gente en su murmullo y transcurre vacío por la calle
Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria a la que adulan con la semilla de los ojos. Verdaderamente las especies de la verdad son cosas difíciles de creer, extraños seres petrificados en la ternura como benignos nódulos
Esta noche y no en otra noche más cercana o desnuda voy a empezar a vivir es que ha pasado un hombre alto como un eucalipto y no soy yo cuando pregunta por el dueño de las carnicerías y entonces entra y clausura todas las sangres