... Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas...
Qué tiempo del alma
es éste que en la tarde, infinitamente, transparece
unas islas?
O es setiembre, sólo,
el que sueña sus espejos, abismándolos, aún,
al nivel del confín
que no termina, a su vez, de ser absorbido por el mismo
vacío?
Pero por qué se hunden
el verde y el celeste en la niñez... así:
por qué?
Por qué no vuelan, ellos, di, melancolía
si tienen, ya,
plumas...:
por qué?
Y de dónde miras tú, melancolía, si
misteriosamente,
al fin,
no parecen de aquí
ni los montes que recuerdan o que ansían o que olvidan
y que se sumen
al trasluz
de un espíritu, no?, de agua
y de aire?
De qué hierbas, entonces, tus ojos de doncella, di,
melancolía,
se azulan...
y se deslíen...
de cuáles?
Por qué ahora te curvas y subes hasta casi abovedar la
despedida,
aquélla,
que eterniza, ya, un río
y unas orillas...:
por qué?
si tu pensamiento, niña, al fin de savia, sólo habrá
de anochecer,
y anochecer,
una palidez de yermas,
más allá de lo que, apenas, si amarillamente,
urdiese
tu penumbra
y tu brisa
para la misma trama, acaso, a que por la mañana, te avendrías,
al disolver tus hojillas
en esa pecera que abrirá pero hacia arriba
o de arriba,
la sublimación del rocío...?
Por qué, en tal caso, te vas como una Ofelia por la línea
de lo alto
o en la línea sólo de tu frente, o del desvío,
justamente, del halo
que ha de apurarte, luego,
el sueño de la clorofila o la diadema hasta después,
todavía,
de instilarte la primicia
de una malaquita...:
por qué?
O es por ventura, la unidad contigo misma
o con el flujo que te empina
y te alisa,
lo que te hace combar, así,
destacadamente,
el minuto...?
Sería, pues, esto, di,
melancolía...?
di...?
O no tendrías nombre, ni necesariamente edad, ni esencia,
pues serías
y no serías
en la continuidad de ese “aire”
que oscurece y se ilumina de lo íntimo
de la vida
a la vuelta de nada...
o cuanto más, lo creíble y simultáneamente, lo increíble
que no deja de vivir
y de morir
en la fe de una caña que carecería
de articulaciones, para asumir, por ahí
la respuesta, sin tiempo, a las respiraciones, a la
vez,
del cielo
y de los abismos...?
O no podrías ser, después de todo, el viso
que en la oscuridad,
nuestra prisa
al borde del miedo,
nomina...:
ése de la mariposa de la descomposición y del horror que debe
de latir,
por lo demás, la fuga
de todo el iris,
a costa, es cierto, de ellos y quizás de una ausencia
sin secarse aun,
aunque en un devenir
que los negaría, extrañamente, o si quieres,
que los niega
así
con tu desdén mismo
de criatura toda frente, y del otro lado, o por encima,
así,
de los junquillos?