Señor, matadme, si queréis. (Pero, señor, ¡no me matéis!) Señor dios, por el sol sonoro, por la mariposa de oro, por la rosa con el lucero, los corretines del sendero, por el pecho del ruiseñor, por los naranjales en flor,
No, no has muerto, no. Renaces, con las rosas en cada primavera. Como la vida, tienes tus hojas secas; tienes tu nieve, como la vida... Mas tu tierra, amor, está sembrada de profundas promesas, que han de cumplirse aún en el mismo
Hombres en flor -corbatas variadas, primores de domingo-: mi alma ¿qué es ante vuestro traje? Jueces de paz, peritos agrícolas, doctores, perdonad a este humilde ruiseñor del paisaje.