Primavera y sentimiento, de Juan Ramón Jiménez | Poema

    Poema en español
    Primavera y sentimiento

    Estos crepúsculos tibios 
    son tan azules, que el alma 
    quiere perderse en las brisas 
    y embriagarse con la vaga 
    tinta inefable que el cielo 
    por los espacios derrama, 
    fundiéndola en las esencias 
    que todas las flores alzan 
    para perfumar las frentes 
    de las estrellas tempranas. 

    Los pétalos melancólicos 
    de la rosa de mi alma, 
    tiemblan, y su dulce aroma 
    (recuerdos, amor, nostalgia), 
    se eleva al azul tranquilo, 
    a desleirse en su mágica 
    suavidad, cual se deslíe 
    en un sonreír la lágrima 
    del que sufriendo acaricia 
    una remota esperanza. 

    Está desierto el jardín; 
    las avenidas se alargan 
    entre la incierta penumbra 
    de la arboleda lejana. 
    Ha consumado el crepúsculo 
    su holocausto de escarlata, 
    y de las fuentes del cielo 
    (fuentes de fresca fragancia), 
    las brisas de los países 
    del sueño, a la tierra bajan 
    un olor de flores nuevas 
    y un frescor de tenues ráfagas... 
    Los árboles no se mueven, 
    y es tan medrosa su calma, 
    que así parecen mas vivos 
    que cuando agitan las ramas; 
    y en la onda transparente 
    del cielo verdoso, vagan 
    misticismos de suspiros 
    y perfumes de plegarias. 

    ¡Qué triste es amarlo todo 
    sin saber lo que se ama! 
    Parece que las estrellas 
    compadecidas me hablan; 
    pero como están tan lejos, 
    no comprendo sus palabras. 
    ¡Qué triste es tener sin flores 
    el santo jardín del alma, 
    soñar con almas floridas, 
    soñar con sonrisas plácidas, 
    con ojos dulces, con tardes 
    de primaveras fantásticas!... 
    ¡Qué triste es llorar, sin ojos 
    que contesten nuestras lágrimas! 
    Ha entrado la noche; el aire 
    trae un perfume de acacias 
    y de rosas; el jardín 
    duerme sus flores... Mañana, 
    cuando la luna se esconda 
    y la serena alborada 
    dé al mundo el beso tranquilo 
    de sus lirios y sus auras, 
    se inundarán de alegría 
    estas sendas solitarias; 
    vendrán los novios por rosas 
    para sus enamoradas; 
    y los niños y los pájaros 
    jugarán dichosos... ¡Almas 
    de oro que no ven la vida 
    tras las nubes de las lágrimas! 

    ¡Quién pudiera desleirse 
    en esa tinta tan vaga 
    que inunda el espacio de ondas 
    puras, fragantes y pálidas! 
    ¡Ah, si el mundo fuera siempre 
    una tarde perfumada, 
    yo lo elevaría al cielo 
    en el cáliz de mi alma! 

    Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es un autor esencial para la poesía en lengua española. Sus propuestas estéticas marcan una línea divisoria entre el Romanticismo de Espronceda y Bécquer, bajo cuya influencia escribe sus primeros versos, y el Modernismo y las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX. Deslumbran en su poesía el rico caudal de sus luminosas imágenes y la profundidad conceptual y simbólica de sus versos. El exilio en América durante las décadas de los cuarenta y cincuenta enriquece su poesía, la cual adquiere una dimensión cósmica y mística sin precedentes en la tradición española. No en vano fue Premio Nobel de Literatura en 1956 por el conjunto de su obra.

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