Río de cristal dormido y encantado; dulce valle, dulces riberas de álamos blancos y de verdes sauces…
El valle tiene un ensueño y un corazón sueña y sabe dar con su sueño un son triste de flautas y de cantares. Río encantado; las ramas soñolientas de los sauces, en los remansos dormidos besan los claros cristales.
Y el cielo es plácido y dulce, un cielo bajo y flotante que con su bruma de plata va acariciando los árboles.
Mi corazón ha soñado con la ribera y el valle, y ha llegado hasta la orilla dormida para embarcarse; pero al pasar por la senda, lloró de amor, con un aire viejo, que estaba cantando no sé quién por otro valle.
La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Sol y rosas. La arboleda movida y fresca, dardea limpias luces verdes. Gresca de pájaros, brisas nuevas. La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Un cielo de ensueño y seda,